Mi mayor pasión de pequeño era jugar al baloncesto, la economía familiar no permita a mis padres comprar calzados específicos para cada ocasión o necesidad, así que de lunes a domingo las únicas zapatillas que tenía para cualquier ocasión eran mis deportivas.

Recuerdo la sensación de estrenar un nuevo par de zapatillas, que normalmente se daba la ocasión por navidad. Era todo un acontecimiento, y cuidado máximo de vigilar que nadie te pisara.

Durante las primeras semanas limpiaba con dedicación y esmero cada noche mi par de zapatillas nuevas con el fin de que siguieran perfectas el máximo tiempo posible. Pero pasados los meses, dicha tarea desaparecía debido a que el esfuerzo ya no daba resultado esperado.

Entonces, mi madre, que siempre ha sido una mujer de recursos, guardaba unas toallas viejas con las que lavaba las zapatillas en la lavadora de casa. Y eso, a principios de los 90, era algo muy loco lo de meter unas zapatillas en la lavadora para limpiarlas y, la verdad, el resultado comparado a limpiarlas a mano era espectacular. Las deportivas podían tener varios meses de uso que, después de meterlas en la lavadora volvían a relucir como nuevas.

Esta parte de la historia de mi vida, fue la inspiración que me llevo durante años a pensar en diseñar una bolsa de lavandería perfecta para lavar calzado en la lavadora y, desde ese momento, con mucho esfuerzo y dedicación, finalmente conseguí crear la gama de bolsas de lavandería super acolchadas Washobag® y patentarlas.

¿Quizás hemos reinventado las bolsas de lavandería?
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